viernes, 15 de noviembre de 2019

El globito rojo, de Iela Mari

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Me gustan mucho los álbumes ilustrados sin texto. Suelen tener unas ilustraciones muy cuidadas en las que recae todo el peso de la narración, pero dejando un margen muy amplio para que los niños interpreten lo que pasa sin llenarlo de nuestras palabras. Se crea un ambiente de calma precioso y sólo el pasar las páginas ya deja a los niños con la boca abierta. Ya os hablé de La ola, de Suzy Lee y de Las estaciones, de Iela Mari y de esta misma autora descubrí por casualidad El globito rojo. Lo cogí de la biblioteca y lo disfrutamos en mi aula de 3 años durante todo el mes de octubre. Si no lo conocéis, os recomiendo que lo busquéis y lo contéis para vivir juntos una experiencia sensorial muy bonita.

Es un cuento de 1967 reeditado por la editorial Kalandraka. Las ilustraciones son maravillosamente sencillas. Vemos dibujos hechos con un fino trazo negro y sobre ellos, la historia de un globo rojo que se va transformado en otras cosas según donde va cayendo.


La primera vez que lo "conté" fue en silencio. La mayoría de los niños lo miraban boquiabiertos pero alguno tenía la necesidad de la palabra y le inquietaba que no dijese nada. Como esto rompía un poco el clima tan bonito que podía crearse, en las siguientes ocasiones susurré un pequeño texto rimado. Les encantaba. Tiempo después descubrí un vídeo en el que lo cuentan también de una forma preciosa. Podéis verlo pinchando aquí.

Comenzaron nuestras primeras propuestas para sorprender, pintar, escribir,...Empezamos por sacar un globo del cuento e hincharlo poco o mucho, soltarlo cuando estaba lleno de aire para que volase por la clase (qué risa les entraba), hacer sonidos con la boquilla, atarlo y jugar.

Debíamos contar a nuestras familias que nos estaba gustando mucho el cuento para que nos lo buscasen en la biblioteca así que elaboramos una de nuestras primeras notas. En el rincón de arte, por delante pintamos con el pincel el globo rojo de una de las ilustraciones y por detrás escribieron el título a su manera.



Cuando se secó la pintura, jugamos a pinchar el globo con un punzón. Y cuando habíamos picado bastante, podíamos tocar la parte de atrás y descubrir una textura nueva.


De acuerdo con nuestros libros de texto "tocaba" trabajar el rojo así que me pareció que recrear todo el cuento en un mural gigante era una buena manera de vivir el color y el cuento. Por las tardes cada equipo  pintó un elemento de los cuatro en los que se transforma el globo.


Para elaborar el globo grande del principio con el que comienza el cuento, buscaron en revistas cosas rojas que recortamos las maestras para que, durante la semana siguiente, elaborasen un collage entre todos.


Una vez colgado el mural nos dimos cuenta de que nos faltaba algo. El resto del cole no sabía qué era todo eso así que había que ponerle título. Cada niño eligió una letra y la pintó para añadirla al mural. ¡Y este es el resultado final!

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