martes, 30 de agosto de 2016

Transformando formas geométricas

¡Ya no queda nada para volver al cole! Mientras busco en otros blogs ideas nuevas para llevar a mi clase, os dejo una actividad muy sencilla pero que nos hizo pasar un rato muy divertido, y por tanto lleno de aprendizaje, el curso pasado.

En mi aula, en la zona de la asamblea, tenemos las típicas colchonetas azules grandes que se unen con velcros. ¡Y me encantan! Porque además de servir para estar sentados en un espacio acotado, son un excelente soporte para un montón de actividades que hago en esta zona con todo el grupo. Tienen la maravillosa propiedad de poder pintar en ellas con tiza y después pasar un trapo húmedo y que queden como nuevas. Así que se convierten en una pizarra gigante a nivel del suelo que nos da la posibilidad de interaccionar con lo dibujado en ella y con materiales que en vertical se caerían. Además, es una pizarra que vemos todos bien sentados en círculo, pudiendonos mirar a la cara unos a otros y a la vez dialogar sobre lo que pasa en este escenario, tan sencillo pero tan polivalente.


Hasta ahora la he usado para ordenar secuencias dibujando en ella los espacios y ordinales de las imágenes que posteriormente colocábamos; para montar una calle con distintos comercios; para dibujar una estación  de autobuses-regletas;


para trabajar conceptos como ancho-estrecho o largo corto dibujando caminos para que viajase la mascota del aula; para recrear la mesa de un restaurante que los niños debían servir con todo lo necesario;


 para trazar números y letras; para resolver problemas; etc.


Y uno de los últimos días del curso pasado se me ocurrió un juego con el que nos divertimos muchísimo y que resultó muy interesante tanto matemáticamente como para potenciar el trabajo en parejas. En realidad no es nada novedoso, pero yo hasta ahora había hecho la actividad de forma individual y sobre papel, lo cual no resulta tan motivador.

Nos sentamos todos en la alfombra y repartí una tiza para cada pareja de niños sentados juntos. Por cierto, aprovecho para deciros que pintan mucho mejor los colores claros de tiza que las blancas, que no se por qué, pero patinan sobre la alfombra. Sin explicar nada más, dije que los niños que tuviesen tiza dibujasen un cuadrado sobre la alfombra. Cuando vi que todos habían terminado les dije que pasasen la tiza a su pareja, la cual debía transformar ese cuadrado en un libro.



Algunos niños vieron claro que si pintaban otro cuadrado al lado ya tenían un libro abierto, otros interpretaron el cuadrado como la portada y otros necesitaron escribir "libro". Algún alumno decidió que el cuadrado de su compañero no le valía para obtener el libro que tenía en mente, lo borró y dibujó el que le permitía llegar al resultado final que buscaba. El hecho de estar todos los niños sentados en círculo en un espacio no muy grande a mi me permitió observar con detalle todo el proceso, mirar a las caras a cada uno de ellos mientras pensaban y dibujaban, y ver rápidamente el resultado de todos sus trabajos. Esto a veces es complicado si trabajan todos a la vez en sus mesas y sillas y nos perdemos detalles importantes.

Los alumnos que habían hecho la transformación del cuadrado en libro y que tenían ahora la tiza, dibujaron un triángulo. Es curioso como algunos niños intentan dibujar el típico triángulo "de libro" sin darse cuenta de que un triángulo muy alargado o uno con uno de los lados muy pequeñito, también son triángulos. Cuando todos quedaron satisfechos con sus formas, les pedí que le diesen la tiza a su pareja para que ésta transformase el triángulo en un helado.


Cualquiera de nosotros dibujaríamos las bolas sobre la base del triángulo pero, por otro lado, sabemos que las bolas deben ir en la parte de arriba del cucurucho. Fué muy interesante ver cómo esto generó algún conflicto. Algunos niños no tuvieron problemas en pintar las bolas en la base, aunque el helado quedaba dibujado al revés respecto a su situación en al alfombra.


Otros añadieron las bolas en la parte de arriba a pesar de parecer que estaban "pinchadas" en el cucurucho.


Y otros directamente borraban el triángulo y dibujaban uno con la base hacia arriba para añadir las bolas después y que quedase un helado perfecto.

Por último, los niños con tiza dibujaron un círculo que su pareja debía transformar en un cerdito.


El tiempo se nos terminó pero sería fácil seguir con más formas geométricas y con objetos en los que transformarlas. Yo, como era la primera vez que jugábamos propuse transformaciones sencillas pero sería muy interesante proponer transformar el círculo en sombrero o un rombo en un barco pirata. Y aunque yo hice el juego con alumnos de 5 años podría adaptarse fácilmente a niños de 4 años.

lunes, 4 de julio de 2016

Déficit de atención con hiperactividad. Manual para padres y educadores

http://www.casadellibro.com/afiliados/homeAfiliado?ca=21002&idproducto=619867En esta entrada voy a recomendaros un libro que yo uso muchísimo por si queréis echarle un vistacillo durante el verano. Se llama Déficit de atención con hiperactividad. Manual para padres y educadores. La autora es Isabel Orjales Villar y está editado por CEPE.

Aunque por el título parece que va dirigido a niños con déficit de atención e hiperactividad, ofrece pautas concretas para abordar numerosas situaciones que se dan habitualmente en las aulas o en casa con nuestros alumnos e hijos con o sin dicho diagnóstico. A mi me ha ayudado a modificar conductas inadecuadas en alumnos con déficit de atención con y sin hiperactividad pero también a trabajar en determinados momentos con el resto del grupo (por ejemplo, aplicando la técnica de economía de fichas para que hablasen menos como os conté en la entrada anterior).

El libro se divide en cinco partes. En la primera, Entendiendo el déficit de atención con o sin hiperactividad, explica, entre otras cosas, qué es la hiperactividad, en qué medida pueden influir en su origen la genética o el ambiente, y explica brevemente sus bases neurobiológicas.

La segunda parte describe las características del niño hiperactivo divididas en tres partes, la conducta, el funcionamiento cognitivo y el desarrollo socioemocional. Y a continuación, en la tercera parte o cómo saber su mi hijo o alumno es hiperactivo, nos da algunas claves para el diagnóstico. Aunque en esta tercera parte se incluyen algunos test (o muestras de ellos) que utilizan los expertos para realizar el diagnóstico, no se pretende que los padres o maestros los apliquen tal cual con los alumnos. Creo que simplemente es interesante conocer, primero qué características nos pueden indicar que algo no va bien para intervenir lo antes posible y después, qué partes va a tener el protocolo para el diagnóstico, que llevará a cabo un profesional.

Las partes cuarta y quinta son las más interesantes para aplicar en el día a día del aula y de casa y son las que yo suelo releer. La cuarta parte del libro incide en el tratamiento del niño hiperactivo subdividido en: el papel de los especialistas, el del profesor y el de los padres. Si leemos el índice de estos dos últimos apartados nos damos cuenta de que las propuestas pueden servir para trabajar con todos nuestros alumnos o hijos. Por ejemplo, para los profesores se proponen, entre otras cosas: modificar las condiciones del ambiente, estructurar la tarea en tiempos cortos, técnicas comportamentales aplicadas al aula, auto refuerzo positivo colectivo, nuestro papel como modelo de conductas reflexivas y de autocontrol, realizar "El protagonista de la semana" y la "Técnica de la tortuga".


















Y para los padres, entre otras cosas, proporcionar un ambiente familiar estructurado (con claves para prevenir posibles situaciones problemáticas como por ejemplo un viaje en coche demasiado largo), no activar al niño con su comportamiento, poner límites claros y adecuados a la capacidad del niño, favorecer la autonomía personal de éste, crear buenos hábitos de estudio o reforzar la autoestima. Todo ello explicado de forma muy clara y con ejemplos muy concretos y reconocibles en el entorno familiar.

La quinta parte, titulada Soluciones para los problemas más inmediatos nos ofrece eso mismo, soluciones para un montón de situaciones problemáticas concretas que se dan en casa o en el aula. Se subdivide en 6 apartados:

1.  Cómo poner límites educativos: el problema del control del comportamiento, en el que nos habla de los premios y los castigos con detalle.
2. Cómo mejorar la conducta en casa, con pautas para actuar, por ejemplo, con niños que piden las cosas de malos modos o "lloriqueando", que se portan mal en los cumpleaños, que no paran quietos en un restaurante y acaban tirando cosas, que no recogen o que olvidan los libros que tienen que traer del cole para hacer los deberes.
3.  Cómo mejorar la conducta en clase, con pautas para ayudar, por ejemplo, a alumnos que no terminan las tareas, que se levantan continuamente, que se dispersan con facilidad, que molestan a los compañeros de mesa, que hacen gracias para que todos se rian de él o que siempre quieren ser los primeros en la fila y eso ocasiona peleas con otros niños.
Los apartados 2 y 3 me parecen muy muy útiles para el trabajo en el aula de infantil.
4.  El apoyo a los aprendizajes: soluciones, para la mala caligrafía, las faltas de ortografía, el rechazo a la lectura o la lectura lenta, la mala comprensión de instrucciones escritas o las dificultades para realizar problemas matemáticos.
5. Cómo ayudarle a mejorar sus relaciones con los compañeros, mejorando la percepción social, entrenando en solución de problemas sociales, en habilidades sociales básicas y en resolución de conflictos. Este apartado es muy interesante, aunque quizá está más enfocado a alumnos de primaria o cursos superiores. No obstante, es fácilmente adaptable a alumnos de infantil bajando el nivel de las propuestas y los problemas presentados.
6. Como disminuir la hiperactividad motriz: la relajación y otros trucos.

Por último se incluyen 9 anexos, entre los cuales me parecen especialmente útiles una guía por edades (de 3 a 8 años) para la exigencia de hábitos de autonomía y una recopilación de estrategias para la solución de problemas sociales.

Para mí es un libro muy útil así que tanto si tenéis alumnos o hijos diagnosticados con déficit de atención con o sin hiperactividad o que sospecháis que puedan tenerlo, como si sois maestros; os recomiendo que echéis un vistazo al libro cuando paséis por una librería porque quizá os pueda resultar de gran ayuda.

¡Feliz verano y nos vemos en septiembre!

[El libro está disponible en la tienda online de la Casa del Libro y podéis acceder pinchando aquí o en la portada]

domingo, 19 de junio de 2016

Economía de fichas: la tienda

No me gusta que pase tanto tiempo entre las entradas pero he estado muy ocupada organizando el final de curso. Cierro una etapa con mis alumnos de 5 y 6 años y ya pasan a Primaria. Así que en esta entrada voy a contaros como ha resultado una actividad que hemos realizado desde hace algo más de un mes y que terminará el mismo día que nos despidamos.

Este grupo ha sido muy muy muy hablador. Había probado un montón de estrategias para disminuir esta conducta en los momentos en los que no era adecuada pero todo funcionaba sólo unos días y después volvíamos a estar igual. Empecé a trabajar con el semáforo de la conducta que véis en la imagen, colocando en el amarillo a niños que hablaban en momentos que no debían y en rojo si seguían repitiendo la conducta. Cuando dejaban de hablar pasaban del rojo al amarillo y de éste al verde. El hecho de verse en otro color que no era el verde no les gusta nada y eso es lo que hace que se controlen. Nunca lo había probado y funciona muy bien en general pero en mi caso, encontré dos problemas. Por un lado, algunos niños estaban todo el día oscilando entre el amarillo y el verde pero no hablaban menos cuando no debían a medio plazo. Por otro lado, había  momentos, por ejemplo a la hora de recoger, en los que casi todos los alumnos se ponían a hablar unos con otros y no recogían. Ahí pasaba a casi todos al amarillo y no sé si por el hecho de verse "acompañados" en este color, no surtía tanto efecto como cuando iban de uno en uno. Y por tanto, al día siguiente a la hora de recoger, volvía a pasar lo mismo. Así que después de mucho pensar y de probar y probar cosas, comencé a hacer un sistema de economía de fichas individual basado en el semáforo.

A cada alumno le fabriqué un monedero de cartón y les expliqué que ahí iban a guardar monedas (gomets circulares con un número 1) que irían ganando durante la semana si no hablaban. El monedero lo colocaban siempre en su cajonera. Las monedas las ganarían en tres momentos del día:  antes de ir al recreo, antes de ir a comer y antes de irnos a casa; siempre y cuando, en el momento del reparto de monedas, no estuviesen en el punto amarillo del semáforo. Y ¿cuándo no se puede hablar? En la asamblea consensuamos los momentos de silencio que véis en la imagen. 


De esta forma, si dos niños se ponían a hablar mientras su compañero nos contaba algo en la asamblea de la mañana, iban al punto amarillo. Y aunque a continuación se callasen permanecían ahí hasta el siguiente reparto de monedas. Antes del recreo daba monedas a los que en ese momento estaban en el verde y después, ya todos pasábamos a este color. Si esos niños que habían hablado seguían haciéndolo, pasaban al rojo pero entonces, al terminar el reparto de monedas, volvían al amarillo y tampoco ganaban monedas en el reparto de antes de comer. 

¿Y qué cosas podían comprar con las monedas? En una caja monté una tienda con cosas que tenía en la clase y en mi casa y les puse precios.


La compra podrían hacerla los jueves a primera hora de la mañana mediante una lista, en la que tenían que poner el producto que querían comprar y su precio. Si querían varias cosas debían apuntarlas y realizar la suma. Si no tenían dinero suficiente para lo que querían, podían ahorrar hasta el siguiente jueves.


A los niños les entusiasmó la idea y comenzamos a "jugar" con una mejora enorme en su conducta "demasiado habladora". Así que en seguida me di cuenta de que los precios eran muy bajos y que con tanta motivación casi todos los niños podían comprar el producto más caro los jueves a pesar incluso de haber estado algunas veces en el punto amarillo. Yo quería que siempre huibiese algo que todos pudiesen comprar, pero que para conseguir los objetos más caros necesitasen contenerse y no hablar en los momentos que más les costaba. Así que nos llegó una carta en la que se nos informaba de que había subido el precio de la gasolina y las cosas de la tienda tenían que ser más caras, concretamente 3 monedas más. Asi que ¡manos a la obra! Entre todos fuimos calculando cuanto debía costar ahora cada cosa y escribieron una nueva lista de precios.

 
Y además de que ahora hablen menos (veremos a ver después del verano...), ¿qué más hemos trabajado? Muchas matemáticas y lectoescritura. Los jueves por la mañana, nada más llegar a la clase, los niños que querían comprar se sentaban en su sitio con un papel para hacer la lista. El resto podía leer un cuento o ayudar a algún niño con su lista. Como la tienda estaba abierta podían ir a ver los productos para decidir lo que más les gustaba.


Mientras escribían la lista mejoraban sus capacidades lectoescritoras de un modo absolutamente funcional. Después debían venir a la tienday ahí estaba yo para darles sólo lo que venía anotado y cobrarles el precio que habían escrito si coincidía con el de la etiqueta. Antes de darles su compra les preguntaba "¿Tienes las monedas justas, te sobran o te faltan?". Parece una pregunta sencilla pero les cuesta muchísmo contestarla. Nunca me decían que les faltaba porque si era así y lo hubiesen sabido, no hubiesen venido a comprar ese producto. Si no tenían suficiente solía ser por errores de conteo. Y si me decían que les sobraba, les preguntaba "¿Y cuántas te sobran?". Si tenían más de 10 monedas no solía ser fácil contestar. Así que les ayudaba enseñandoles a contar a partir de un número. Por ejemplo, si un niño quería comprar una canica que vale 14 y tiene 20 monedas, le enseñaba a ir poniendo dedos diciendo "15, 16, 17, 18, 19 y 20" y contando después los dedos que había puesto. Una pena que ya se acabe el curso y no hayan cogido mucha soltura en este procedimiento, de una manera tan funcional y en un contexto tan cotidiando como una tienda.

A algunos niños que no entendían bien el concepto de "sobrar" les tachaba con un rotulador las que se iban a gastar.

Después, si habían comprado algo barato le despegaba las monedas del monedero pero si se había gastado muchas, un ayudante (algún niño que no comprase nada ese día) pegaba en un monedero nuevo las monedas-pegatinas que le sobraban. Yo les daba su compra, la lista y el cambio y se iban tan felices.

Hemos trabajado el conteo durante toda la semana, porque les encantaba sacar sus monederos, contar su dinero, comparar lo que tenían con sus compañeros y calcular lo que les faltaba para comprarse lo que querían. Y para estas dos últimas cosas han hecho además muchísimas restas sin darse cuenta. También han contado conmigo en el momento de comprar. Cuando tenían muchas pegatinas-moneda (más de 15) y no estaban ordenadas les costaba mucho contarlas (a mi también) así que lo hacíamos juntos varias veces hasta que nos aclarábamos. A los niños más ahorradores y que menos hablaban intentaba pegárselas en filas de 5 en los momentos de reparto, lo cual facilitaba la tarea de contar su dinero.

Y cuando querían comprar varias cosas debían realizar una suma y expresarla de forma adecuada.


Cuando comencé a pensar en la actividad y preparar los productos pensé que todos los jueves los niños iban a querer comprar mucho. Sin embargo, me ha sorprendido encontrar dos actitudes diferentes. Por un lado, hay niños que cada jueves compran algo sin importarles dejar su monedero vacío; y por otro, niños muy ahorradores que les encanta ver el monedero siempre lleno de monedas y que no compran si no les van a sobrar al menos 7-10 monedas. Viendo que estos niños tenían muy lleno el monedero y para sacar más partido matemático a la actividad, pensé que podriamos introducir monedas de otro color con un 2. Yo quería que saliese de ellos la necesidad y dado que quedaba una semana de curso decidí no propiciarlo y seguir igual. Pero justo el jueves pasado me dijo una niña: "¿Por qué no haces monedas con un 2? Como los euros que hay con un 1 y con un 2". Casi me pongo a llorar de la emoción. Tenía en mis manos una excelente oportunidad para hacer una continuación matemáticamente preciosa de la actividad y sólo 4 días de curso, uno de ellos con la graduación y otros dos de fiestas varias. Así que el martes hacemos liquidación en la tienda para que se gasten el dinero que les quede en los monederos, sólo ocupados por monedas de 1.

Tenemos un trabajo tan bonito que aunque intentemos cerrar etapas con los niños, si aprenden a pensar, a opinar, a aportar... corremos el riesgo de que el último día de cole nos dejen las puertas abiertas de par en par. Ellos se van con ganas de aprender más y nosotros con ganas de enseñar a los siguientes alumnos lo que nos ha faltado esta vez.

lunes, 23 de mayo de 2016

Mapas del tesoro

La semana pasada nos lo pasamos tan bien con un juego que ha resultado ser tan interesante que tenía muchísimas ganas de compartirlo en el blog. ¡Hemos escondido y buscado tesoros con mapas! Al comienzo del curso de 4 años quería trabajar la orientación en el espacio y un día, casi como una prueba, les escondí un regalito a cada equipo, hice un mapa del aula y a cada grupo le marqué una X en el lugar donde estaba su tesoro. Les costó ubicarse en el mapa: orientarlo e identificar los elementos del aula vistos desde arriba. Les tuve que marcar con colores las mesas de los equipos y, en general, proporcionarles bastante ayuda. Una vez que cada equipo encontró su tesoro, les pedí dibujar el mapa pero todos dibujaron solo el lugar en el que estaba el tesoro (por ejemplo, entre dos archivadores). Como mucho, algunos niños "enmarcaban" el objeto que había albergado su regalo en un rectángulo grande que representaba el aula.


 

Este año quería repetir la actividad con más calma para poder trabajar con un poco más de profundidad la orientación en un plano sencillo, la identificación de los elementos que aparecen y después la representación de los objetos del aula en un plano. Estos contenidos se trabajan muy poco en infantil y a mí me parecen importantes en un momento en el que estamos introduciendo muchos conceptos espaciales y la posición de los objetos entre sí y respecto a nuestra situación. Por otro lado, estoy realizando todas las actividades que puedo de ¡A contar! y en nuestro proyecto proponemos búsqueda de tesoros en 4 y 5 años. Además, es una actividad divertidísima para los niños y muy motivadora también para los maestros.

Durante las tres primeras sesiones de la tarde realizamos las tres partes básicas de la actividad. Las contextualizamos en el cuento La caza del Snark, una adaptación maravillosa del poema de Lewis Carroll. En el cuento aparece un mapa en blanco así que... ¡vamos a buscar tesoros, pero con un mapa "de verdad"! El mapa del aula lo realicé yo a mano previamente e hice varias copias en las que luego iría marcando X en rojo para determinar la posición del tesoro.

PRIMERA SESIÓN: 

Escondí 4 tesoros que consistían en paquetitos con letras de imán. Nos situamos todos en la zona de la asamblea y por turnos, fui entregando a cada grupo de niños de los 4 en los que tengo dividido el grupo-clase, un mapa del aula con la cruz determinando el escondite de su tesoro. Cuando hacemos esta actividad si salen corriendo a buscar el tesoro hay niños que apenas participan y si los más rápidos del grupo encuentran rápido el tesoro, el resto no se entera de lo que sucede y la actividad no sirve para mucho. Así que cuando entregaba un mapa, el equipo lo colocaba en la pizarra, se sentaban en la zona más cercana a ella y lo observaban. Después iban diciendo dónde creían que podía estar el tesoro. Me sorprendió que casi no hizo falta ayudarles a identificar los elementos representados en el plano.


Una vez que la mayoría de los niños del equipo tenía claro donde buscar, salían con el mapa a por su tesoro. En las imágenes véis los del equipo rojo (escondido en la pizarra) y azul (entre los archivadores)


Cuando todos los equipos lo encontraron les pedí que dibujaran el sitio en el que estaba su tesoro. Sólo dos alumnos dibujaron el plano del aula y marcaron en él la cruz. El resto dibujaron con detalle la pizarra, la mesa de un niño, la cocinita o los archivadores, que eran los 4 escondites que yo había elegido. En las fotos veis los dibujos de un niño del equipo rojo y otro del azul.
 

SEGUNDA SESIÓN:

Al día siguiente les conté que íbamos a volver a jugar igual pero que esta vez iban a tener que dibujar el mapa entero y marcar en él el escondite de su tesoro por lo que debían fijarse bien en todos los elementos del mapa que yo les iba a dar.

Jugamos del mismo modo y cuando todos los equipos encontraron su tesoro (esta vez fueron galletas), dibujaron el mapa marcando dónde estaba escondido.
















Me sorprendió que en casi todos los mapas de los niños se podían identificar las mesas y sillas, la alfombra, la cocinita, mi mesa, las estanterías, las perchas... Y estaban sorprendentemente bien situados unos elementos respecto a otros. Sólo 5 o 6 niños se confundieron a la hora de ubicar elementos importantes. De los que se equivocaron, el error más frecuente fue cambiar de lado la alfombra o las mesas (colocarlas a la derecha en lugar de a la izquierda de un eje imaginario que dividiría la clase por la mitad).
 

Después dejé a cada niño un mapa como el que había usado para buscar el tesoro y les dije que podían compararlos y añadir los detalles que hubiesen olvidado o cambiar todo lo que creyesen que no estaba bien colocado. Se lo coloqué en la mesa orientado igual que el que estaban haciendo ellos. En este momento les expliqué que al día siguiente iban a ser ellos los que, con su equipo, escondiesen un tesoro a otro equipo y les tendrían que hacer un mapa por lo que era importante practicar para que otros niños lo encontrasen.


TERCERA SESIÓN:

En esta ocasión los niños se situaron en las mesas con sus equipos habituales. Cada equipo debía elegir un escondite para su tesoro, después entre todos harían un mapa y marcarían la X. Finalmente esconderían el tesoro y entregarían el mapa a otro equipo para que lo buscase. La verdad es que hemos trabajado muy poco en equipos de forma cooperativa en algo que implicase toma de decisiones y reparto de tareas y me ha encantado como ha resultado la experiencia. Creo que han aprendido mucho así que sin duda repetiremos esta última fase del juego.

En primer lugar, debían elegir el escondite entre todos y sin que lo oyesen o viesen los demás equipos (por lo que enseguida intuyeron que no era adecuado gritar ni señalar de forma llamativa). Les dije que cuando tuviesen decidido el escondite me llamasen para evitar escondites "que no valían" o repetidos. En algunos equipos me llamaba el miembro más "líder" y me decía dónde quería él esconderlo, pero no habían llegado a ese acuerdo en el equipo por lo que tenía que mediar ayudándoles a exponer al resto sus propuestas y tomar una decisión mediante el voto o el diálogo.


Cuando ya teníamos los escondites cada equipo tenía que hacer un solo mapa. Les dije que debían organizarse y decidir, por ejemplo, si cada uno iba a dibujar una parte o si algunos dibujaban y otros iban diciendo los elementos que faltaban. Esta parte también fue muy interesante. En algunos equipos se iban rotando el plano y cada uno añadia alguna cosa.


En otro equipo decidieron que dibujarían por parejas, pero en cuanto empezaron a pintar dos niños a la vez se dieron cuenta de que se chocaban todo el rato y era mejor turnarse.


Y otros equipos decidieron que 2 o 3 niños se encargasen de dibujar y el resto supervisase el plano.


Fueron unos minutos de muchísima concentración y trabajo. Y participaron todos los miembros de los equipos, cosa que también me sorprendió. Pensaba que quizá sucedería que dos o tres niños del equipo acaparasen todo el trabajo y los demás acabasen desconectando.


Como veis, los planos quedaron bastante completos y sobre todo fueron legibles para los demás equipos. Y una vez más me demostraron que lo que para nosotros a veces está mal, para los niños es de una lógica aplastante. Un equipo decidió esconder su tesoro sobre mi silla. El mapa no tenía bien colocados algunos elementos (entre ellos el lugar del escondite) y tampoco era especialmente completo. En el borde dibujaron una mesa y una silla grande y me dijeron que eran mi mesa y mi silla. Algunos miembros del equipo añadieron algo así como "Sí, pero está mal porque no están al lado de la alfombra". Yo les pregunté entonces si creían que otros equipos sabrían encontrar el tesoro con ese dibujo. El resto del equipo tenía claro que con la referencia del tamaño no tendrían ninguna duda. Y así fué. El equipo que tuvo que buscar ese tesoro cuando pusimos el mapa en la alfombra para que lo vieran bien, no dudaron que debían ir a mi silla, el resto del plano parecía que les sobraba. Y claro, cuando les pregunté que por qué creían que era ahí me dijeron que porque eran una mesa y una silla grandes.


Una vez que tuvimos todos los planos, salieron fuera del aula todos los niños. Por equipos entraron a esconder su tesoro y cuando estuvieron todos los tesoros en su lugar, pasaron todos y se sentaron en la alfombra. Igual que en las dos sesiones anteriores, por grupos fuí entregándoles el mapa y antes de salir corriendo a buscar el tesoro les dejé unos minutos para observarlo tranquilamente e hicimos una pequeña puesta en común para que los niños del equipo que iba a buscar pensase dónde podía estar el tesoro.

Todos los equipos encontraron con rapidez su tesoro excepto uno, por tener el mapa más confuso, ya que el lugar en el que habían escondido el tesoro lo habían dibujado como si lo viesen de frente y esto confundió mucho al equipo que debía buscarlo. Jugando a "frío-caliente" al final dieron con su paquete de pegatinas.


El juego les ha encantado y como nos hemos quedado con ganas de más trabajo en equipo del de verdad, intentaré repetir esta última fase antes de que acabe el curso.