En mi cole "cerramos" el otoño con una actividad muy bonita: el mercado. Las familias montan puestos de frutas de otoño y salimos a hacer la compra para desayunar a media mañana. Compramos frutas conocidas y otras que no lo son tanto pero que aprovechamos para probar. Después de la compra, las familias nos acompañan a las clases para preparar la fruta y compartir el momento del desayuno con nosotros.
La actividad es muy completa porque, además de abrir el cole a las familias; se ponen en juego aprendizajes tanto del entorno natural (las familias explican cómo son y de dónde vienen las frutas que venden) y social (el mercado, fórmulas de cortesía, proceso de compra-venta); como relacionados con las matemáticas y la lectoescritura.
En mi clase de 3 años hemos aprovechado la ocasión para sacar nuestro folio en blanco tanto para hacer la lista de la compra como otra lista con las tareas a realizar el día del mercado.
Para hacer la lista de la compra usamos un DINA3 por las dos caras y unas imágenes de las frutas que se iban a vender. Yo sobre todo centré la escritura en los nombres de los niños ya que todos querían comprar y teníamos que organizar quién iba a pedir cada fruta.
Las fotos de las frutas estaban metidas en un saco mágico que tenemos. En una primera fase los niños sacaban las frutas y escribían la cantidad que íbamos a comprar. La cantidad necesaria casi siempre se la tenía que decir yo puesto que las estimábamos las maestras en función de lo que habían comido otros años. En 4 y 5 años sí se pueden plantear problemas interesantes.
En la segunda fase metimos en el saco los nombres de los niños. Para cada fruta sacábamos un nombre. El niño que lo identificaba como suyo debía escribir el nombre al lado de la fruta que tendría que pedir en el mercado.
En este momento del curso casi todos los niños identifican su nombre, aunque pocos lo escriben correctamente y algún alumno escribe sólo las vocales (lo cual ya es comprensible para ellos y para mí). El resto son capaces de escribir alguna letra suelta, pero están aún en la fase de escritura indiferenciada. En estos casos se lo transcribía yo al lado preguntándoles primero "¿quieres que te lo escriba aquí al lado cómo lo ponemos los mayores para que, si necesitamos ayuda, otras personas puedan entenderlo?".
El mismo día del mercado realizamos una segunda lista de tareas para asignar quién llevaría el carro, las bolsas, la lista, el monedero...Yo escribía con ellos la función a realizar y los niños iban sacando nombres del saco. El niño al que le tocaba escribía su nombre al lado de su tarea.
¡Listos para salir! Antes de comprar debíamos pagar el precio establecido: un billete de valor 1 por cada niño. En los cursos de 4 y 5 años fabricaron monedas y billetes reales y pagaban en cada puesto el precio estipulado para cada fruta. En esos niveles la actividad es matemáticamente interesantísima.
Y ya en el mercado, nos íbamos acercando a los puestos, las familias nos explicaban lo que vendían y el niño que tenía que comprar esa fruta leía la cantidad necesaria y la pedía educadamente. Después contábamos para ver sí nos la habían dado correctamente y la metíamos en el carro. Y con toda la compra hecha, ¡a desayunar al aula!
Así que después de todo este trabajo, tan bonito y sobre todo tan interesante para leer, escribir, contar, ...comunicar; atónita me quedé cuando hace unos días compañeros del cole nos felicitaron por lo bien preparados que llegan los niños a primero gracias al maravilloso método que usamos (Letrilandia). No como en otros colegios que les dan un folio en blanco y les dicen "hale, aprende a leer y a escribir". Desde la universidad hasta el último curso que hice sobre lectoescritura, he oído de forma perfectamente argumentada que la lectura y la escritura deben partir de situaciones reales. Y las situaciones reales de escritura casi nunca son una "preciosa" ficha de colorines con pautas para escribir "pamela", "lupa" y "Pili" debajo del correspondiente dibujo.
Crear un texto que necesitamos para vivir (una nota, una lista, una carta...) o divertirnos (cuento, poesía, canción...) lleva un gran trabajo detrás de lectura y expresión escrita que es mucho más que lanzar un folio en blanco. Después de todo ese trabajo puede tener sentido practicar una determinada grafía para que la próxima vez nuestro mensaje sea más comprensible para los demás. Pero con sólo una ficha es posible que esa grafía quede mucho más interiorizada que con las 8 o 10 que propone Letrilandia por cada letra que quiere que los niños aprendan. Pero sobre todo, cuando trabajamos con folio en blanco y dejamos que los niños escriban "a su manera" estamos empoderándolos como escritores. Llegan capaces a 3 años pero los cuadernillos anticuados, mecánicos, repetitivos, llenos de pautas, resaltan tanto sus errores que acaban sintiendo que todo lo que necesitan saber para escribir se lo tenemos que enseñar nosotros.
La buena letra dentro de la pauta puede llegar en primaria con niños más maduros, que saben para qué escriben, que son capaces de inventar un texto y escribirlo con cierta corrección formal, que saben que pueden escribir y que lo hacen bien y que son capaces de justificar, sobre toda esa base, la necesidad de mejorar algún aspecto que hagan más comprensibles sus mensajes.
Atónita sigo de que me feliciten por usar Letrilandia cuando es mucho más digno de alabanzas enseñar a leer y escribir bien con mejores metodologías. A veces cansa ya un poco tener que luchar tanto para justificar que no deberíamos hacer tantos cuadernillos cuando está sobradamente demostrado por expertos en la materia.
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En el mercado, como pasa en la vida real, a veces no recordábamos cuánta cantidad necesitábamos de cada fruta o quién tenía que pedirla, pero ¡no hay problema! Porque con 3 años ya tenemos estrategias para leer y escribir. Sólo hace falta que nos dejen un folio en blanco para practicar.